jueves, 23 de febrero de 2023

La Guerra

 Hoy se cumple un año desde que comenzó la guerra de Ucrania. ¿Qué es para mí una guerra? Me lo pregunto cómo quien se pregunta qué es para mí la felicidad. Cómo si pudiese resumir algo de tamaña magnitud en una palabra, en una sensación, en un verso. Hace años que escapo del morbo fatuo. Cuando era más joven bailaba al son del chismorreo, del suceso, el juicio. Me dejaba engatusar por la foto sensacionalista, por el espanto de los casos escabrosos que inundaban los medios de comunicación. Hoy no lo hago; pero eso no significa que le dé la espalda a la realidad, básicamente porque la realidad se cuela en las redes sociales, en las conversaciones, en la televisión que preside cada cafetería, en las portadas de los periódicos; y entonces uno ve ciudades explotadas, edificios con las entrañas abiertas, coches reventados, paisajes violados por cosas que matan, e imagina que su pueblo o su ciudad podría ser ese pueblo y esa ciudad y su hogar un espacio de ceniza y sangre. Y además está lo inefable, eso que hace que gires la mirada por no enfrentar lo insoportable, eso que se queda pegado al cuerpo y a la memoria como se queda pegada la imagen de tu padre muerto: Los hombres armados, las mujeres gritando, los ancianos con las manos pegadas implorando a un Dios que está vencido. El miedo metido en maletas, subido a camiones, autobuses, trenes, huyendo, huyendo. Y el que se queda, escondido en túneles, en refugios, en casas rotas, protegiendo a los niños. Los niños. La guerra es un niño desconsolado y solo, con la mirada pervertida para siempre por el terror. Una mano infantil y blanca con las uñas sucias de tierra, de odio y de dolor.