martes, 23 de septiembre de 2014

Wilder también tiene "su toque"




Billy Wilder y Charles Brackett






Quizás, porque uno se construye con muchas más cosas que unos padres y un colegio, y quizás, porque uno tiene una seña identitaria más allá de la conducta aprehendida, lo cierto es que hay tipos que se diferencian de la masa común, y de qué forma.

Ya es sabido por todos, que Lubischt es ese mentor omnipresente que se aparece como una nube de pitillo rubio cada vez que alguien se topa con una biografía, o lo que sea que tenga que ver con la vida del bueno, de Billy Wilder, pero si en el caso del alemán eran las puertas el recurso visual que decía y escondía todo, en el caso del austríaco de metro ochenta son los antihéroes (ya sean hombres o mujeres) redimidos por el amor puro; ese que, nos pongamos como nos pongamos, todos ansiamos en el fondo más cursi y más profundo de nuestros anhelos.

Esta semana me ha dado por Wilder, y para empezar por el principio o casi (porque me he saltado toda su época alemana y algo más),  he visto cuatro de las pelis que guionizó con Charles Brackett. Y en todas ellas está el toque Wilder.

Al final siempre es lo mismo, chico conoce chica o viceversa, pero con una elegancia y un sentido del humor que embellecen la vista, el oído y la mollera.

Os dejo mis recomendaciones de esta semana, porque la vida, y no sólo a veces, es gris ladrillo de hormigón, y menos mal que alguien ahí fuera ha hecho cosas para, cuanto menos, darle un poco de color.

  • La octava mujer de barba azul (Bluebeard's Eighth Wife, 1938)
  • Midnight (1939)
  • Ninotchka (1939)
  • Arise, My love (como no sé inglés, uno de mis defectos confesables, y no he podido encontrar los subtítulos en español, pues me la he perdido)
  • Si no amaneciera (Hold back the dawm, 1941)


lunes, 28 de abril de 2014

emma






Tu madre es una caja de música
Pequeña
Desbaratada de carcajada
Locuaz y brillante
Con la niña bordada en los ojos a pesar de las lágrimas


Tu madre es un rincón donde sentarse a ver pasar las gaviotas
Un piano 

Tu madre es la vida que peleas y gozas, es tu hija, es tu mirada
Es el tesón y el coraje con que te viertes cada mañana

Un lugar indómito que eres tú, 
vivirá siempre en ti y eso no lo arranca ni el tiempo ni nada










Ilustración de ©Ani Castillo


jueves, 24 de abril de 2014

marzo



salía el sol más allá del peral
los campos iban mostrando la escala de color del amarillo al azul
 luciendo según la cercanía a la casa

nunca había silencio, la voz de los animales, del viento, de la tierra

comenzaba un día, como un bloque de granito inalterable, orgánico y mortal

la luz devolvía la bondad al paisaje, esa que se había dejado aniquilar por las sombras

la leche hervía como sangre blanca

mi abuela llevaba capas de ropa, oscuras, de lana, de cuadros, nadie la imaginó desnuda

las gallinas transitaban de puntillas
la bocina del pescadero, el pan, el pilón húmedo y verde, el tedio de la tarde esperando la nada

si llovía, sacábamos las plantas de interior para que bebiesen salvajes

cuando el sol se ponía, más allá del tejado roto, las gallinas se guardaban, el abuelo regresaba con el carro y el humo
la televisión contaba cosas en dos colores y la leche hervía de nuevo
 
como sangre rota




Painting © Akane Koide


es peor morir en verano





lo enterraron

y entonces caminaron despacio
dóciles como un columpio vacío
maltrechos como sonámbulos, cruzaron la verja

subieron por el montículo hasta el claro
los perros ladraban a los patos
y los niños chillaban impúdicos ante sus caras tristes

después, se sentaron en corro y disimularon la tragedia con recuerdos del último encuentro

languidecía el día y las parejas se murmuraban al oído, 

la noche era cálida y rosa, con olor a verbena de barrio

por eso es peor morirse en verano




Painting ©Nate Frizzell

miércoles, 23 de abril de 2014

vienes o qué!






en el borde de la piscina, las piernas colgaban turgentes e inquietas.
eL azul químico bailaba loco


la chica miraba el trampolín, como a un tótem vulgar
erigido al sacrificio aéreo


en la otra esquina unas chicas se reían fuerte.
Las envolvía un áspero desafío infantil,
llevaban gafas de sol inmensas y mascaban chicle


la chica que miraba el trampolín,
se sumergió hasta el fondo y abrió los ojos


las risas de las otras chicas eran un rugido leve dentro de un vaso
la luz natural titilaba loca.


así debería ser, pensó










lunes, 14 de abril de 2014

matando lunes









los lunes tienen algo de redención,
no para mí
demasiado hace que alargo un pesimismo de pan duro
que me he vuelto cínica
como un caballo, como un trapero
y me caigo hacia la mediana edad
sin hacerle caso al cuerpo
¿sólo a mí me rodea gente mezquina?
¿sólo yo comparto mesa con caretas labradas en la envidia y el sopor?
¿sólo yo albergo planes asesinos contra mujeres maduras que cuidan gatos y se maquillan en rojo y gris?
a veces miro el océano fijamente, dicen que calma
y busco esa paz que anuncian las terapias alternativas,
pero nada,

 el lunes llega de nuevo
 con su esperanza de redención
pero no para mí




Painting ©Mark Ryden

miércoles, 26 de marzo de 2014

Reseña: Autobiografía de Thomas Bernhard

Leyendo a Thomas Bernard uno pensaría que hay que sufrir y sufrir para poder parir algo digno de crédito, literario, quiero decir. Dicen que lo que sucede los primero años de vida es crucial. Que la huella indeleble que deja lo acontecido y vivido hasta ese momento perdura como seña de identidad, y guía comportamientos y actitudes futuros. Según haya habido abrazos o no de mamá, esto fijará el tipo de relación amorosa que estableceremos, si seremos serviles ante las decisiones cruciales o por el contrario si albergaremos un carácter de decencia inmaculada. Es muy loco, lo sé. En su infancia y adolescencia Thomas Bernard pasó tantas calamidades que a cualquier otro nos hubiese enviado directamente al reformatorio, a la marginalidad, a esnifar pegamento o que se yo. Pero este hombre, no sólo no se torció en el camino, tal y como nos amedentraban de pequeños los directores del colegio, sino que se convirtió en un intelectual, pensador, ensayista, literato, dramaturgo y todo eso que parece difícil de albergar en un único nombre y apellido. Recibió todos los premios imaginables, salvo el Nobel, aunque él renegaba de ellos. Arrastraría sus fobias y traumas, pero quien no.




Dicen los entendidos que los cinco libros que forman la autobiografía están escritos en clave musical, siendo el propio Thomas un melómano activista, yo soy capaz de percibir la repetición de frases e ideas, pero desconocedora absoluta del universo musical en todas sus vertientes, no atisbo tal extremo. Su abuelo fue su roca, y su patria una madre odiada cuyo cordón umbilical no pudo cortar. Una también tiene un pasado que contar, y un sentimentalismo digno de un recopilatorio mundial de rancheras, de ahí que, en una vanidad rosa chicle, de las que molan y aprietan, fantaseo con que mi vida interese y pueda relatarse, como la de Thomas Bernard, ese hombre austríaco de adopción, misántropo, mordaz, rodeado de un halo hollín y pegajoso, pero al mismo tiempo tierno, de tan duro, voraz, vehemente, inquietante y seductor. Leer su vida, la que él mismo escribió, te conecta con la verdad indiscutible de que el hombre se repite una y mil veces, de que ese regusto del ser como ente propio y único es una quimera. Sí, algún genio que otro hay, pero sus inquietudes, independientemente de las vivencias, son las mismas que las mías, odios, rencor, envidia, mentira, frustraciones, amores y deseos inconfesables, secretos a voz en grito, inseguridades adolescentes que enmohecen en la vejez, ansias de felicidad y redención, miedo, miserias, necesidades de piel y alma, todo eso y más, lo compartimos el genio y yo; y la verdad es que reconforta. 


 Lee a Thomas Bernard. Porque la vida de un hombre, de cualquier hombre, se parece mucho a la tuya, aunque no hayas estado a punto de morir en un hospital austríaco, ni hayas tenido que huir en mitad de la noche al trueno de los bombardeos enemigos, ni te hayas dejado la piel de niño en una institución nacionalsocialista, ni hayas tenido tus grandes momentos de felicidad en una tienda de ultramarinos en el lado marginal de la ciudad.

Por lo demás, somos la misma cosa.

La pentalogía autobiográfica la conforman: El Origen. Una indicación. El sótano. Un alejamiento (1976), El aliento. Una decisión (1978), El frío. Un aislamiento (1981) y Un niño (1982) Ed. Anagrama



 photo via http://www.lomography.com


lunes, 17 de marzo de 2014

Reseña: El Adversario de Emmanuel Carrère

Emmanuel Carrère via http://www.lapresse.ca



El adversario. Qué nos cuenta

Un tipo normal y corriente, de clase media alta, ejecuta a sus dos hijos, mujer y padres. ¿Por qué? A veces sucede que la vida despoja al ser humano del celofán de civismo y buenas formas, de educación en colegio privado, de respeto y cortesía; el hombre, olvidado del hombre, regresa a la época de la casa en la cueva, del pie descalzo, del sobrevivir sea como sea. Los sucesos, esa parte del periódico que leemos pretenciosamente, creyendo que se trata de cuestiones de extrarradio, marginales, cosas de poligoneros, de inmigrantes descarriados, asuntos que están lejos de ensuciar nuestra rutina de series de culto, conciertillos indies y planes de fin de semana alejados de la manada, de la que, por supuesto, no formamos parte; cosas que le pasan “a los otros”; pero no se equivoque, querido lector, somos manada.

Tenemos un asesino dentro.

Estamos locos, desquiciados, somos neuróticos, queremos matar y con la mente lo hacemos. Carrere, se mete en un suceso “de ésos”, disecciona la vida de un hombre, igual que tú, que se equivoca y un día, da un paso más al otro lado del precipicio, donde no hay asideros, y revienta la armonía de la vida cortés, de los pilares básicos, del satén mullido de la convivencia, y se deja arrastrar en un canibalismo total por la locura más abyecta, y mata a toda su familia, y Carrere, lo cuenta tan bien, lo narra de una forma tan delicada, ligera, que sientes todo al lado de Jean-Claude, (así se llama él), navegas de la mano de su enajenación, el corazón se va acelerando a medida que el desenlace fatal se acerca, y quisieras meterte y asirle y decirle “No, Jean-Claude, hay esperanza para ti, déjame enseñarte el desvío a la orillita fértil, el quiebro para que puedas salvarte y no perecer en la peor de las muertes, que es la vida equivocada y mugrienta y clausurada y de horror y angustia y locura en el que te vas a meter” Pero uno lee y ya está. Y Jean Claude se pierde ante nuestra mirada arenosa, la misma que debían tener los espectadores de la guillotina. Con esa mezcla de estupor que da el regusto del morbo y la vergüenza de sentirlo y disfrutar. Esos que entienden que sí, que tiene que penar porque es culpable y mátenlo, mátenlo, pero que al mismo tiempo genera una compasión hermana de hombre a hombre, de loco a loco.

Recomendación

Lee El Adversario, disfrútalo, siente y sufre con Jean –Claude, aunque ya sabemos que a ti “eso” no te puede pasar.


photo vía lapresse